99% del mundo respira aire contaminado

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó una advertencia que no debe ser tomada a la ligera: el 99% de la población mundial respira aire con niveles de contaminantes por encima de los límites recomendados.

Esta situación crítica no es una mera estadística alarmista; tiene consecuencias tangibles y mortales. En México, por ejemplo, en 2019 se registraron 48,331 muertes prematuras directamente atribuibles a la mala calidad del aire. Este dato, extraído del informe sobre la calidad del aire en la megalópolis 2013-2022, elaborado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático para la Comisión Ambiental de la Megalópolis, destaca una realidad que no podemos ignorar.

La OMS estima que cada año la exposición a la contaminación del aire provoca 7 millones de muertes prematuras a nivel mundial, además de la pérdida de millones de años de vida saludable. Estas cifras subrayan una crisis de salud pública de proporciones épicas, comparable con otras amenazas globales como la mala alimentación y el tabaquismo.

El impacto de la contaminación del aire no discrimina entre edades. En los niños, los efectos pueden ser devastadores: reducción del crecimiento y la función pulmonar, infecciones respiratorias recurrentes y un agravamiento del asma. Para los adultos, la cardiopatía isquémica y los accidentes cerebrovasculares encabezan la lista de causas de muerte prematura relacionadas con la polución atmosférica. Además, están emergiendo pruebas de que esta exposición también podría estar vinculada a enfermedades como la diabetes y las enfermedades neurodegenerativas.

La contaminación del aire no es solo un problema ambiental; es una crisis de salud pública. Es considerada una de las mayores amenazas medioambientales para la salud humana, equiparable con el cambio climático. Y, curiosamente, ambos problemas están intrínsecamente vinculados. Las mismas fuentes de contaminación atmosférica, como la quema de combustibles fósiles, son también responsables de la emisión de gases de efecto invernadero, exacerbando el calentamiento global.

Enfrentar esta crisis requiere una acción coordinada y urgente a nivel global y local. Las políticas públicas deben centrarse en reducir las emisiones de contaminantes mediante la promoción de energías limpias y la mejora de las normativas ambientales. Es imperativo que se implementen medidas más estrictas para controlar las fuentes de polución y se fomenten prácticas sostenibles en todos los sectores de la economía.

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