Alfonso Martínez quiere endeudar a Morelia con 700 mdp
Alfonso Martínez Alcázar, presidente municipal de Morelia, ha lanzado la propuesta de contratar una deuda de 700 millones de pesos. Un movimiento que, lejos de ser una solución, podría consolidar el colapso financiero de la capital michoacana y profundizar los problemas estructurales que su administración aún no ha podido resolver.
Martínez alcázar, otrora un político independiente en búsqueda de una imagen de autonomía, ahora se encuentra en la difícil tarea de justificar una estrategia de endeudamiento que, hasta ahora, ha sido rechazada por las principales fuerzas políticas del estado. Fuentes del Poder Legislativo afirman que el mandatario ha buscado acercamientos con diputados de distintas bancadas para intentar cabildear la aprobación de la deuda, pero se enfrenta a un rechazo contundente, especialmente del bloque de la 4T, compuesto por Morena, PT y Verde Ecologista. Esta oposición no es meramente política; es una respuesta a la realidad de una administración que parece haber perdido el rumbo y que se encuentra atrapada en el círculo vicioso de la ineficiencia y el gasto improductivo.
La deuda, argumenta el alcalde, es una herramienta necesaria para saldar compromisos de obra pública ya iniciados. Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿realmente se trata de una necesidad inminente o de un intento de tapar el sol con un dedo? Morelia no necesita un endeudamiento que le restrinja aún más la capacidad de respuesta ante emergencias o ajustes futuros; necesita una reestructuración integral que ponga en orden sus prioridades y que, lejos de continuar con la política de “mientras tanto”, busque soluciones reales y sustentables.
El riesgo de contratar una deuda de esta magnitud radica en la falta de transparencia y en la gestión deficiente de los recursos públicos. Un análisis más riguroso muestra que Morelia se encuentra en un punto de no retorno. El gasto en obra pública, muchas veces, se ha manejado sin la debida planeación y, en otros casos, se ha dejado de lado el control de calidad y la eficiencia, lo que ha derivado en proyectos inconclusos o sobrecostos. ¿De verdad es viable sumarle una carga de 700 millones de pesos a un presupuesto que ya está comprometido? La respuesta es un rotundo no.
Lo que Martínez Alcázar no ha querido reconocer es que esta deuda podría hipotecar a Morelia por una década o más. En una ciudad donde los recursos son limitados y los márgenes para el error son cada vez menores, optar por un préstamo de tal magnitud solo garantizaría más de lo mismo: más burocracia, más pagos de intereses, y menos inversión en lo que verdaderamente importa a los morelianos: seguridad, salud y educación.
La oposición ha entendido bien el trasfondo de la propuesta: el presidente municipal busca una solución exprés a un problema de gestión que no ha querido enfrentar de forma honesta. El “cabildeo” con los diputados es apenas la punta del iceberg de un ejercicio de presión que se ha convertido en el modus operandi de una administración que ha perdido la brújula y que, lejos de presentar una visión de futuro, prefiere asumir la vía fácil de aumentar la deuda.
El futuro de Morelia está en juego, y la ciudadanía debe preguntarse si es momento de permitir un nuevo endeudamiento que solo agrave la crisis o si, por el contrario, es hora de exigir transparencia, una planeación adecuada y un enfoque que, más allá de remediar de manera temporal, realmente transforme a la capital michoacana en una ciudad capaz de enfrentar los desafíos del presente y del futuro.