Corrupción, mentiras y sobrecostos: el lado oscuro del Parque Lineal de Morelia
El Parque Lineal del Boulevard García de León, en Morelia, se erige como una monumental obra que, en teoría, debía ser el orgullo del alcalde reeleccionista Alfonso Martínez Alcázar. Sin embargo, esconde señalamientos de corrupción, conflictos de interés y sobrecostos desmesurados.
El proyecto, presentado como un hito de su gestión, ha sido cuestionado desde su concepción hasta su entrega. A pesar de las expectativas ciudadanas, el Parque Lineal no ha sido más que un ejemplo vivo de opasidad. ¿El resultado? Un espacio público cuyo brillo se desvanece ante la sombra de la corrupción.
Es lamentable constatar que, a poco menos de un año de su inauguración, el alcalde Alfonso Martínez no puede atribuirse el mérito de esta obra. Los 27 millones de pesos destinados para su mejora fueron aportados por el Gobierno de Michoacán, convirtiendo al edil en poco más que un mero espectador de la magnificencia que otros costearon.
Pero la opacidad no se limita al financiamiento. El costo inicial del proyecto se ha visto inflado sin justificación aparente, aumentando en más del 60% su presupuesto inicial. Este sobrecosto, oculto bajo el manto de la discreción, ha despertado justificados cuestionamientos sobre la gestión de recursos y la transparencia en la ejecución de obras públicas.
El proceso de revisión de estas obras, impulsado por los sobreprecios y las irregularidades detectadas, arroja luz sobre conexiones turbias entre empresas contratistas y figuras del ámbito político. La empresa a cargo de la construcción del Parque Lineal Boulevard García de León, Maram Arquiconstrucciones S.A. de C.V., ha sido vinculada con el entonces auditor de Michoacán, Miguel Aguirre Abellaneda, quien, se rumorea, utilizaba su influencia para favorecer a allegados con contratos millonarios.
El caso no es aislado. Las sombras de la corrupción se extienden hasta el ex gobernador Silvano Aureoles Conejo, y el alcalde Martínez Alcázar, quien, hasta el momento, parece inmune a cualquier tipo de sanción. Mientras tanto, los morelianos enfrentan las consecuencias de una gestión opaca y deshonesta, con un parque que, lejos de ser un oasis urbano, se convierte en un recordatorio constante de los vicios que corroen nuestras instituciones.
En este panorama de desencanto y desconfianza, es urgente que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto. La transparencia y la rendición de cuentas no pueden ser meras consignas políticas, sino compromisos tangibles con la ciudadanía. Morelia merece más que promesas incumplidas y obras manchadas por la corrupción. Es hora de exigir responsabilidad y justicia para construir un futuro digno para todos.