Jóvenes en China rechazan condiciones laborales
En medio de una tormenta perfecta, China enfrenta una crisis en sus cimientos económicos, sociales y laborales. Este fenómeno, lejos de ser exclusivo del gigante asiático, resuena con problemas que ya han sacudido a Europa y Estados Unidos: la desafección de los jóvenes hacia la “cultura del esfuerzo” en una sociedad que les ofrece escasas expectativas de futuro.
La historia se repite, pero con matices propios, en la década de los 90 y los 2 mil, dos factores proporcionaron la migración de “las fábricas del mundo” a Asia: la mejora de las condiciones salariales en Occidente y la entrada de China y otros países a la Organización Mundial del Comercio. Así, el “offshoring” convirtió a China en la Gran Fábrica del mundo, produciendo bienes a bajos costos, con derechos laborales limitados y un enfoque casi exclusivo en el crecimiento económico.
En aquellos días, los jóvenes trabajadores chinos, con poca formación pero una gran responsabilidad familiar, aceptaban las duras condiciones laborales con el objetivo de proporcionar una vida mejor a sus hijos. Hoy, esa generación de hijos, mejor preparada y con una vida más acomodada, se rebela contra ocupar los mismos puestos que su padres.
El relevo generacional se manifiesta en una resistencia de aceptar trabajos precarios. Este cambio de actitud se ha convertido en un dolor de cabeza para las empresas asiáticas, que ahora enfrentan una escasez de personal calificado, dificultades para retener talento, mayores costos de producción y la necesidad de ofrecer mejores condiciones laborales.
Este año, 11,6 millones de jóvenes graduados en China están listos para ingresar al mercado laboral, pero muchos de ellos no están dispuestos a aceptar empleos mal remunerados. La tasa de paro juvenil en China alcanzó el 21.3% ej junio para menores de 25 años, reflejando un problema serio que afecta a más de 96 millones de jóvenes chinos. De estos, más de 33 millones ya forman parte del mercado laboral.