¿Vandalismo o activismo? Riegan Stonehenge con pintura naranja a manera de protesta

Una escena insólita sacudió el icónico monumento de Stonehenge en Gran Bretaña este miércoles. Activistas del grupo Just Stop Oil rociaron las legendarias piedras con una sustancia naranja en una audaz protesta que rápidamente se viralizó. El video, publicado en X, antes Twitter, muestra a dos individuos corriendo hacia el círculo de piedra y arrojando pintura, mientras se escuchan gritos de personas exigiendo que se detengan y algunos intentan intervenir.

Las acciones de los activistas, que culminaron con la detención de dos sospechosos por la policía de Wiltshire bajo la acusación de daño a monumentos, tienen un claro objetivo: demandar al próximo gobierno británico que firme un tratado vinculante para eliminar gradualmente los combustibles fósiles para el año 2030.

Just Oil, conocido por sus métodos disruptivos, subrayó en su declaración que la sustancia utilizada, una mezcla a base de maicena, no causará daños permanentes al monumento y se disolverá naturalmente con la lluvia. Sin embargo, el mensaje detrás de la protesta es de urgencia extrema: la necesidad de una acción gubernamental contundente contra el cambio climático.

Stonehenge, con sus piedras perfectamente alineadas con los solsticios de verano e invierno, no solo es un monumento de importancia arqueológica y cultural, sino también un símbolo profundo del legado histórico británico. Mañana, el solsticio de verano será celebrado allí, un evento que trae a miles de personas cada año, perpetuando una tradición milenaria.

El Primer Ministro Rishi Sunak rápidamente condenó la acción, calificándola de “vandalismo”. La respuesta del gobierno refleja una posición firme frente a los métodos empleados por Just Stop Oil, aunque no aborda directamente la cuestión de fondo planteada por los activistas: la urgente necesidad de una política ambiental radical que enfrente la crisis climática global.

Este acto pone de relieve una tensión creciente entre la preservación del patrimonio cultural y la desesperación de los activistas climáticos que exigen cambios inmediatos y significativos.

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